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Alerta sobre el Consumo de Embutidos: Más allá de la facilidad, un riesgo para la salud

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No todos los embutidos son iguales, y aquellos como el chorizo, salchichón, salami, longaniza y salchichas son señalados como especialmente perjudiciales. Su alto contenido en grasas saturadas, elevado aporte calórico y sodio los convierten en un cóctel peligroso para la salud.

Por: Maholi Albuez

Los embutidos, productos carnicos arraigados en nuestra cultura gastronómica, son a menudo incorporados fácilmente en numerosos platos diarios. Sin embargo, profesionales de la salud como Lidia Gavín advierten sobre los riesgos de incluir estos alimentos en nuestra dieta regular. A pesar de su conveniencia, la realidad es que los embutidos, independientemente de su calidad nutricional, comparten un perjudicial proceso de elaboración que los coloca en el punto de mira de la salud pública.

La mala fama de los embutidos se fundamenta en su procesamiento mediante técnicas como el curado, ahumado, secado y adición de conservantes. En este contexto, la Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer los cataloga como alimentos cancerígenos, específicamente vinculados al cáncer colorrectal. Los productos procesados, al emplear químicos como nitratos y nitritos, pueden convertirse en compuestos potencialmente cancerígenos durante la digestión y el cocinado.

No todos los embutidos son iguales, y aquellos como el chorizo, salchichón, salami, longaniza y salchichas son señalados como especialmente perjudiciales. Su alto contenido en grasas saturadas, elevado aporte calórico y sodio los convierten en un cóctel peligroso para la salud cardiovascular, obesidad, hipertensión e hígado graso no alcohólico si se consumen con frecuencia.

Sin embargo, no todos los embutidos son igualmente dañinos. Aquellos con mayor porcentaje de carne y reducido contenido de sodio, como el jamón cocido extra, pechuga de pollo o pavo cocida, paleta cocida, caña de lomo o jamón curado, son opciones menos perjudiciales. A pesar de ello, la frecuencia de consumo debe ser limitada, no superando los 3 días a la semana, incluso en el caso de opciones menos nocivas.

La clave radica en priorizar fuentes proteicas con un procesamiento menos perjudicial, como conservas de pescado natural, quesos magros, o incluso elaborar embutidos caseros mediante la cocción de pechuga de pollo. Con estas precauciones, se busca concientizar sobre los riesgos asociados a los embutidos y fomentar elecciones alimentarias más saludables en la sociedad.